Quién hace los libros

Según la teoría clásica, entre emisor y receptor, está el medio, y la promoción, que es lo que hacemos durante muchos días, agotados y agotantes, los autores que intentamos que se nos lea (que se lea en general, porque leer es poder).

 

1. El autor (el emisor).

La primera fase es casi la fácil. Te sientas delante del ordenador y sangras. Sangras muchísimo (con excepciones: escribiendo “La novia de papá” sólo sonreí) y, sangrando, te las apañas para meter el humor que tú sientes ante la vida, y el amor infinito de la gente a la que quieres, y un poco de soja para colorear la sangre con risas. Risas y resistencia.

 

Y entregas el manuscrito a la editorial y silbas, a ver si cuela.

 

Cuela. Y te olvidas.

 

Pero no: tu libro hay que contarlo.

 

 

2. El medio, los medios.

“¿Cómo cuento mi libro sin contarme? ¿Cómo lo cuento escondiéndome que no quiero que nadie me conozca (y, además, no soy tan interesante)?”.

 

No hay respuesta y no hace falta porque el primer periodista te pasa con cierta desidia un cuestionario algo estrambótico (¿qué haces cuando se te rompen las medias?).Y luego viene uno que se impacienta porque no contestas lo que quiere oír (y pone sus respuestas en lugar de las tuyas. Con sus erratas, claro).

 

Hasta que se te acumulan los (y las) periodistas buenos: los que te hacen preguntas importantes que no sabes contestar.

 

Periodistas que te retan, que te entienden, que quieren más, que saben más. Periodistas que te prometen que serán leales pero que te exigen la verdad: y se la cuentas, y asienten, y callan, y saben, y la escriben porque alguien la tiene que escribir. Periodistas que se arriesgan a un problema o a un despido, pero te provocan, te dejan hablar y te saben escuchar. Periodistas que no cortarán nada de lo que duela, aunque les duela.

 

Periodistas mucho mejores que tú.


Y, entonces, vuelves a casa vacía, con una lesión en los ojos y mucho menos respeto del que te tenías porque tú has escrito un libro desde el sofá y los periodistas buenos se juegan el tipo en cada entrevista.

 

Y justo en ese momento te llama tu amigo M. y te dice que está cansado del discurso contra los mediocres. “Perdona, tío; yo estoy cansada de vivirlo”.

 

Y te cabreas.

 

Y te duchas.

 

Y te vas.

(a la cama, que con esos ojos ni ves ni te ven).

 

 

3. El receptor, el lector, el hacedor.

Pero aún te quedan las grandes sorpresas (positivas). Esas que se llaman lectores y hacen que los libros tengan sentido. Los lectores que no conoces (los que no son familia ni amigos, los que no te ven en cada página). Los lectores que, de verdad, te leen.

 

“Lo terminé. En pequeñas dosis de infusiones de verdad bien filtrada. ¡Enhorabuena! Estoy por leerme otra vez la 2ª edición”, dice Albert.

 

“Acabo Mica llorando y convencida de que otro mundo es posible. Gracias”, dice Anabel.

 

“Siento que has escrito este libro para mí, para que yo no tenga que escribirlo; para que pueda seguir adelante con mi vida y ser feliz. Mica soy yo, y me gusta ver que no estoy sola”, dice Celia.

 

“Hoy he sacado a pasear a Mica. Asumamos que ‘La piel de Mica’ no es un libro. Es un espejo”, dice otra Celia.

 

“Estoy fascinada, emocionada, llorando y riendo con este novelón”, dice Sara.

 

“Te he leído y no me he quedado como estaba. Gracias”, dice Carlos.

 

Y cuando estás a punto de llamar a tu editor para explicarle que a algunos lectores hay que devolverles el dinero porque son ellos los que de verdad han hecho tu libro, te llega otro mensaje, de una persona a la que admiras literaria, política y vitalmente.

 

 

“Hoy, después de que lecturas obligatorias, tareas y viajes se entrometieran, he terminado ‘La piel de Mica’ y tengo que darte las gracias. Por hablar de lo que no suele hablarse y hacerlo como la mica de los minerales, esas láminas delgadas que de repente recogen el sol para que puedas tocarlo en ellas.

Un beso y muchísimas enhorabuenas, Paloma, no dejes de escribir.”

 

 

Entonces, sí, entonces te derrumbas y lloras. Y a los cinco minutos te levantas y, claro, te pones a escribir (sin ver) que es lo único que sabes hacer.  

 

Escribir, llorar, sangrar, reír, pelear y querer. Tocar, leer y hacer. Ésas son mis habilidades, no tengo más.

 

Gracias a los periodistas que saben contar los libros, gracias a los lectores que saben hacerlos.

 

 

 

P.D.: firmo "La piel de Mica" (o cualquier cosa) en la Feria del Libro de Madrid. El domingo 2, en la caseta 238, de 19 a 21; el viernes 7, en la caseta 178, también de 19 a 21. Aviso que mis ojos están enfermos y parecen muertos, pero no: les queda mucho que ver.

 

P.D.2: actualizo el post para colgar el comentario de Mila (no la conozco, ya me gustaría): "Soñé que leía tu libro y corrí a buscarlo a la librería. Era demasiado pronto, aún no estaba en la calle, pero fui de las que esperó pacientemente y lo consiguió. Sabía que había algo en él para mí,
y así fue. Gracias por unas horas de lectura maravillosas, pero especialmente por la última parte (Paraísos), que me ha conmovido profundamente. No he vivido nada parecido pero tus letras me han
transportado y las palabras que la madre de Mica dice a su hija son sin duda las que yo quisiera oir en boca de la persona que más quiero en este mundo. No nos conocemos pero te siento un poco mía.
Gracias, Palo-Mica". 

 

P.D.3: en cuanto recupere los ojos, volveré a escribir.