Érase una vez un libro que no se podía leer sin prejuicios

(Publicado en infoLibre el 3 de abril de 2015)


Érase una vez un libro que no se podía leer sin prejuicios o, mejor dicho, sin un único prejuicio: el prejuicio del pastón que se había pagado por sus derechos internacionales (hasta 500.000 dólares, dicen; que de dinero no se habla y, cuando se habla, tampoco se precisa demasiado).

Durante diez o doce días de enero, lo que dura una noticia de las largas, la gente cool hablaba de Milena. No de Milena y el fémur más bello del mundo, novela ganadora del Planeta, no. De Milena Busquets.

Tampoco hablaban de si su novela era buena, mala o regular (no la habían leído). Hablaban de dinero. Hablaban de si Milena se merecía ese dinero.


La novela de Milena se llama También esto pasará y en octubre, varios meses antes de que se publicara, había conseguido venderse en casi treinta países y con cifras de anticipo que los autores (y los agentes, y los editores) apenas imaginamos en los contratos de Ken Follet.

Qué feo hablar de dinero, insisto (así nos educaron y así nos va). Salvo que sea del que le pagan a otro y podamos dudar de que lo merezca. Si es el que pagan a otro, dudamos con mucha seguridad.

(donde digo “dudamos”, entiéndase “envidiamos”)

Durante diez o doce días de enero, no se pudo leer a Milena sin prejuicios.

Pero eso también pasó.

Pasó como pasan tantas otras noticias: porque llega algo más urgente, más morboso, más llamativo. Porque nos aburrimos de hablar de un libro que no hemos leído. Porque, poco a poco, nos damos cuenta de que lo que se paga por un libro no es culpa del autor ni mérito del libro, sino una mezcla de circunstancias (azar, talento, timing) y que olé sus ovarios y que lo disfrute.

Pasó porque el anticipo de Milena no le ha quitado nada a nadie. Repito por si acaso: no le ha quitado nada a nadie.

Pasó y a Milena la leímos los que leemos.

Su novela es una novela sobre la vida. O sea, sobre la muerte, el sexo, el amor, la amistad y el dolor. Una novela con un punto de vista y una voz femenina fuerte e insegura, salvaje a su manera. Una voz que merece la pena escuchar.

(Lo digo con toda la autoridad que me da haber publicado yo también una novela sobre el duelo y la muerte de la madre. Lo digo, pues, con ninguna autoridad más que la de querer los libros y leerlos).

Esa voz dice cosas que parecen frívolas e importan, como ésta:

"Antes de acostarme, veo que tengo una llamada perdida de Tom. No se la devuelvo, está buscando a alguien, pero no a mí".

Y dice también algo que se cita siempre que se habla de ella:

"Cuando era niña, para ayudarla a superar la muerte de su padre, a Blanca su madre le contó un cuento chino. Un cuento sobre un poderoso emperador que convocó a los sabios y les pidió una frase que sirviese para todas las situaciones posibles. Tras meses de deliberaciones, los sabios se presentaron ante el emperador con una propuesta: «También esto pasará.» Y la madre añadió: «El dolor y la pena pasarán, como pasan la euforia y la felicidad.»"

El libro de Milena dice muchas cosas y las dice bien.

Igual que el nacionalismo se cura viajando, los prejuicios se quitan leyendo.